Miguel Lemos tiene 51 años, vive en barrio San Lorenzo de la ciudad de Santa Fe, trabaja como "cuidacoche" en la zona del centro cívico y es el arquero de la Selección Argentina de Fútbol de Personas Amputadas.

El miércoles de la semana pasada Miguel vivió "el mejor momento" de su vida. Estaba en el Parque del Sur, con su hijo, entrenando para el Mundial que se inicia el próximo 30 de septiembre. De repente, vio cómo apareció desde atrás un joven delgado, con su cabeza cubierta por una capucha. Cuando se la quitó, se dio cuenta de que se trataba de Santiago Mele, el arquero de Unión de Santa Fe, que lo observaba sonriendo.

Miguel Lemos rememoró ese momento en ADN Gol:

"Los amputados de brazos son los que van al arco. Tenes que cumplir una serie de reglas que no se pueden pasar por alto porque sino es como si estaríamos haciendo trampa. Ya hay más de 60 países con fútbol de amputados. Tenemos nuestro mundial, que es la competencia máxima que aspira cualquier deportista. Esta vez nos toca en Turquía nuevamente y estoy feliz de poder participar".

"La relación con Santi Mele se venía dando en una iglesia, donde yo asisto. Se enteraron de que era arquero de la Selección, aunque yo siempre intento ser perfil bajo porque no me gusta andar diciendo, pero me descubrieron. Después me empezaron a pedir videos y se lo mandaron a él. Lo cargaban un poco diciéndole ‘Vos sos guapo porque tenes los dos brazos, pero acá tenemos un arquero que ataja con un solo brazo’. Ahí, Santiago se empezó a interesar por venir al entrenamiento. Yo no quería que fuera para evitar inconvenientes por Colón, y el fue igual. Ya no había nadie de gente cuando llegó porque había terminado el partido. Yo estaba trabajando técnica con mi nene, me di vuelta para buscar la pelota y estaba parado atrás observando. Se sacó la capucha y me dio un abrazo. No me dio tiempo a pensar. Me fue llevando. La verdad, para la edad que tiene, que tenga tanta madurez y la forma de desenvolverse tan humildemente, es lo que más me ha sorprendido porque se quedó una hora y media trabajando. Me sugirió algunos ejercicios, me corrigió y me puso muy contento. Esas cosas para mí tenían mucho valor. Una charla de colegas, como si me conociera de toda la vida. Parecía que éramos amigos. Me demostró la humildad que tiene".

"En Casasol me querían conocer los jugadores. Me preparé mi mochilita y me fui. Empezaron a aparecer los arqueros y arrancaron a trabajar conmigo. Yo súper feliz porque trabajar en ese suelo es impagable y con todos los materiales que tenían. Habrá sido un total de 30 minutos. Después se fue volviendo más intenso el entrenamiento. Una cosa de locos lo que viví ese día".