Colón atraviesa un presente deportivo alarmante y los números lo retratan con crudeza. El Rojinegro se convirtió en uno de los más endebles de toda la categoría: es el cuarto más goleado de la Primera Nacional y el segundo peor en el Grupo B, con 33 tantos recibidos en 28 partidos.
El único que lo supera en su zona es Defensores Unidos de Zárate, que acumula 42, mientras que a nivel general solo otros tres equipos muestran un registro más preocupante que el del Sabalero (Arsenal 39 y Racing de Córdoba 35). Para una institución que partió como candidata al ascenso tras su descenso, el dato se vuelve lapidario.
La fragilidad defensiva explica gran parte del derrumbe. Un equipo que se había armado para ser protagonista, con nombres de peso y un plantel competitivo en los papeles, se fue desmoronando fecha tras fecha. Cada mala racha fue hundiendo a Colón un poco más, hasta alejarlo definitivamente de los puestos de vanguardia. Hoy, cuando todavía quedan varios meses de competencia, el objetivo del regreso rápido a Primera ya parece sepultado.
Los números exponen que Colón no encontró nunca solidez en su última línea. Los cambios de nombres, los diferentes sistemas probados y la rotación constante no hicieron más que profundizar las dudas. La falta de coordinación, los errores individuales y la incapacidad de sostener resultados lo convirtieron en un equipo demasiado vulnerable.
En el fútbol argentino, donde los detalles suelen definir partidos, tener una defensa insegura es un lastre imposible de cargar para un plantel con aspiraciones. Y Colón lo sufrió en carne propia: cada avance rival se transforma en una amenaza concreta y cada gol recibido golpea doble, por la falta de reacción posterior.
A la debilidad atrás se le suma la irregularidad en ataque. El Sabalero no logra compensar con eficacia ofensiva lo que regala en su arco. Así, la ecuación es clara: un equipo que no defiende bien y tampoco concreta en el área rival, difícilmente pueda sostener una campaña de ascenso. El dato de los 33 goles en contra es más que una estadística. Es la radiografía de un Colón que se fue apagando, que perdió confianza y que, salvo un cambio radical, transitará lo que queda del campeonato sin mayores objetivos que evitar un cierre todavía más doloroso.