Cuarta derrota al hilo de un equipo que no tiene fútbol, no tiene rebeldía, no tiene personalidad y jugó sin alma. Cuarta derrota al hilo y empezar a rezar para que no gane el CADU.
Colón, que en ese primer tiempo se acordó que enfrente había un arco rival y demoró 36 minutos en patear (Jourdan, en modo Pumas-All Blacks), terminó sufriendo lo de siempre: jugar a nada, salir a esperar, ver qué pasa, cuándo pasa, cómo pasa. Entonces, San Telmo, que no ganaba desde el 22 de marzo en la isla Maciel, se dio cuenta que podía lastimar con poco, muy poco. Apenas con un poco de ganas, de actitud, de ir al frente, dar querer ganar. Todo ese conjunto de cosas que, hace rato, Colón perdió como el Unicornio Azul de Silvio Rodríguez.
Entonces, justo cuando Minella pone tres centrales con cinco metros y pico de altura (leáse Ortiz, Soto, Negro) para que no lo lastimen de arriba, aparece solito Cocimano para hacer un gol de cabeza como si lo marcaron los siete enanitos. Igual, más allá de otro regalo de Navidad en el mes de agosto, Colón no hizo nada de nada en la isla. Apenas esperar, miedoso, como si estuviera jugando contra el puntero y no contra un equipo que hacía diez partidos no ganaba en su casa.
¿Fue mucho más San Telmo en esos primeros 45 minutos?: la respuesta es sí por las ganas; en todo caso si Colón las llevó, nunca se notó. Para colmo, desde los 17 minutos, con Yunis amonestado.
Como Colón salió a meterse atrás y defenderse, San Telmo (que venía golpeado ante su gente) se agrandó por cortesía sabalera. A los 20, se fue Uriburu por derecha (lo dejó clavado a Negro), sacó el centro y Porto Lapegüe se lo perdió abajo del arco. A los 27 minutos, salió mal con los puños el “Conejo” Giménez, dejó el arco vacío, se la tiaron colgada y fue Brian Negro en la misma línea de gol el que hizo magia con una pirueta para mandarla al córner. El último pre-aviso y telegrama colacionado de San Telmo para avisar que llegaría al gol fue a los 39 minutos: Morro le reventó el travesaño al arquero sabalero.
En la jugada del gol de San Telmo, sobre el final de la etapa, Colón hizo lo de los 43 minutos anteriores: mirar, mirar, mirar. Buena pegada desde la oreja, pelota al corazón del área y con tres marcadores centrales (Soto, Ortiz, Negro) ninguno fue capaz de intentar molestar (a esta altura no vamos a pedir que marquen, sería demasiado) al “9” de San Telmo que la mandó al gol.
En el complemento, salió a la cancha con Talpone por Negro y por Barreto (otra vez nada, capricho de Minella) por el amonestado Yunis. Apenas un cabezazo de Castro sirvió para ilusionar. A los 18 minutos, lo tiró a Kevin Colly por Lago (jugó su peor partido en Colón) y de manera inexplicable un “4” por otro “4” (Sánchez por Bettini) perdiendo el partido. A pesar de algún pelotazo, siguió siendo la nada misma. Cuando entró Gigliotti, sobraban delanteros pero faltaba control y tenencia. Era imposible conectar.
En ese final, siempre San Telmo pudo liquidarlo antes que Colón llegar al milagro del empate. Colón, en modo “Médium” (persona que afirma tener la capacidad de comunicarse con los espíritus de los fallecidos), fue capaz de resucitar a Agropecuario (un año sin ganar de visitante) y ahora al “Candombero” (desde marzo que no ganaba en su cancha: diez partidos).
Con cuatro derrotas al hilo, sólo queda rezar para que no gane el CADU y quedar a ocho del descenso, con 21 puntos por jugar y un cruce directo en la última fecha. Ya no importa con quién pierde, cómo pierde, por cuánto pierde. Colón ni siquiera parece un equipo. Es un rejuntado, más amateur que profesional, que no se da cuenta cómo está manchando su rica historia.
Por Dario Pignata para Radio Gol y El Litoral
