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Gustavo Grobocopatel: «Es un error ver al campo como algo al que hay que sacarle guita»

Revolucionó hace 40 años la forma de producir en un sector donde la gran mayoría hacía de subsistencia. Por su éxito fue apodado en los 90 como «El rey de la soja». Escribió un libro «Desde el campo» donde cuenta la historia de Los Grobo, señala las consecuencias nocivas de las retenciones en el interior del país y pide ver al sector agroindustrial como un ecosistema.

La historia de la agroindustria en Argentina de los últimos 40 años tuvo como uno de los actores centrales a Gustavo Grobocopatel, fundador de Los Grobo, una empresa que revolucionó la organización y la producción agropecuaria en Argentina y que se convirtió en la más importante de América. Para contar toda esta experiencia, Grobocopatel escribió «Desde el campo, del caso Los Grobo al agro argentino y global» donde no solo cuenta la historia de la empresa sino también los desafíos y posibilidades que tiene Argentina por delante con políticas que incentiven el sector. Grobocopatel habló en el programa «Hecho en Santa Fe»

donde contó parte de su experiencia.

– ¿Como era producir en el campo hace 40 años y cómo evolucionó?
-Fue un proceso en el que participó mucha gente y no lo digo por falsa humildad. Es parte de un colectivo de miles de personas que involucraron a productores, científicos, empresarios, que hicieron toda una transformación del agro argentino. El caso nuestro fue más conocido porque yo participé mucho en el debate público durante esos años y también por algunas innovaciones que se fueron incorporando junto con un colectivo que incorporó una cantidad grande de innovaciones. Mi familia es de campo, de productores. Yo soy hijo, nieto y bisnieto de productores como en Santa Fe hay un montón.

¿De dónde surgió la idea de empezar a armar una empresa cuyo valor era el asociativismo y no la propiedad de la tierra o de la maquinaria?

No era tan común en el campo, pero la empresa en red, buscar proveedores e integrarse con proveedores, clientes y demás actores, es una idea que estaba en otras industrias, había libros y tratados académicos sobre ese tema, y a mí eso me apareció como una oportunidad de negocio en su momento, empezar a hacer ese tipo de asociativismo. Más adelante las universidades que escribieron casos sobre Los Grobo lo conceptualizaron y lo pudieron explicar mejor. La novedad es que lo hicimos, pero no fue una novedad la idea.

– ¿Siente que el modelo de red de valor y de gestión de conocimiento que impulsaron en aquel momento fue bien aceptado o hubo rechazo? ¿Hubo que pelearla para imponerlo?

-Era una forma de trabajar ventajoso para todas las partes. Entonces se impuso solo. Obviamente había gente que confiaba y gente que no confiaba. La confianza era todo, entonces la construcción de confianza ayudó muchísimo, pero yo diría que era tan lógico, mejoraba tanto la calidad del trabajo y la competitividad que se impuso por su propio peso.

-El campo tenía una producción de supervivencia, se producía para que viviera la familia. Ustedes lideran una revolución en la forma de producir en el campo.

-Sí, porque la realidad es que a veces ser propietario de campo te pone las restricciones, es como que te alambran el cerebro. Y uno puede lograr escala, crecer, desarrollarse, tratando de diluir esos límites que existen en la cabeza de cada uno. Y eso fue, de alguna manera, lo que hicimos. Es tratar de producir sin tener tierra propia, sin maquinaria propia, tercerizándola en socios, y sin tener el capital suficiente. Por eso teníamos inversores diversos.

Uberización y toyotización

-En el libro describen su modelo de producir como la «uberización» del campo.
-Es un concepto del que habla Luciana Vázquez, que es con quien hice el libro, pero yo no se si eses es el concepto. La Universidad de Harvard, que hizo un caso sobre Los Grobo hablaba de la «toyotización» del campo, que es un modelo mucho más pertinente y de alguna manera describe mejor lo que hacíamos, esa idea del just in time, de la interdependencia con especialistas.

– ¿Qué diferencia hay entre el modelo que usted implementó con el de las cooperativas?

-Las cooperativas de la sociedad postindustrial pensaban que había que asociarse para ganar escala, tanto para vender como para comprar. Y eso lo lograron, pero no lograron atravesar otro límite que fue el de la sociedad del conocimiento, porque suponían que todos eran iguales y las personas no somos todas iguales. Hay que ir virando en el cooperativismo hacia lo que yo llamo en el libro cooperativas del siglo XXI, que no es el asociarse con iguales, sino el asociarse con distintos, buscando un vínculo de interdependencia de especialistas en distintas cosas. Las cooperativas no son solo de productores, sino que incluyen también a proveedores de logística, proveedores de nuevas tecnologías, diseñadores, en fin, otro tipo de diseño organizacional.

-El modelo parece perfecto pero alguna debilidad debe tener ¿Cuál es?

-La principal debilidad es que uno crea que esto se hace en una hoja de papel y que eso va a funcionar. El modelo necesita, como dije hoy, vínculos, calidad de vínculos entre las personas, confianza, y además necesita lo que yo llamo una especie de microinstitucionalidad. Es una serie de contratos, de manuales de resolución de conflictos, de procesos, de políticas, de tal manera que todos los involucrados conozcan a la perfección qué es lo que quieren cada una de las partes y todas las partes. Este tipo de organizaciones tienen una serie de desafíos operativos que muchas veces no se pueden resolver.

-Los Grobo tuvieron dos épocas donde su crecimiento fue exponencial. El primero de ellos fue en la primera mitad de la década del 90, principalmente por el crecimiento de consumo de los chinos y la aparición de nuevas tecnologías como la soja transgénica. Entonces, dice usted, Argentina había alcanzado niveles de productividad similares a los de Estados Unidos, incluso lo había superado. ¿Qué nos pasó para que 30 años después estemos bastante por debajo no solo de Estados Unidos, sino también de Brasil?

-Básicamente la falta de reglas claras, de inversión, las restricciones a las exportaciones, los impuestos a las exportaciones; no nos olvidemos que Argentina es uno de los pocos países que cobra impuestos para exportar cuando todos los países del mundo quieren exportar más. No es casualidad, sino consecuencia de una serie de políticas deliberadas conscientes o inconscientes que nos llevaron a ese lugar. Creo que todavía nos cuesta darnos cuenta de que las acciones que tomamos tienen sus consecuencias.

Crisis e innovación

-Usted dice en libro que en Argentina vivimos innovando, pero para zafar de la próxima crisis.

-Sí, claro. Los seres humanos nos adaptamos, en lugar de innovar para crear, para aumentar la productividad, para generar progreso y demás, vivimos innovando para zafar de la próxima crisis. Y eso no es neutro, ¿no? Eso lleva a que nuestro país tenga sucesivos pulsos de decadencia.

-Siempre habla de la necesidad de reconstruir vínculos entre la política y la producción, la política y el campo. ¿Por qué nunca intentó ocupar algún lugar para tratar de reconstruir ese vínculo?

¿Piensa que no es el camino?

-No, por supuesto que ese es el camino, Yo participo y participé en muchísimo en espacios públicos, interactuando con el Estado desde distintos lugares. Yo no me siento apto para la función pública, soy una persona muy ansiosa, pero no es que el esquivo al bulto, me hago cargo desde el lugar que ocupo, pero además creo la política o la función pública no es la única vía de acción hay otras como la empresa, por ejemplo.

-Más allá de su nombre en particular el sector agropecuario, de la agroindustria, está subrepresentado en el universo de la política y en el de la toma de decisiones. ¿Coincide?

-Coincido, pero hay muchos políticos que son del campo, del interior. Estoy seguro que en Santa Fe la mayoría de los diputados y senadores vienen de ciudades del interior. El problema es por qué esos diputados o senadores cuando llegan al poder pierden o disocian el lugar de dónde vienen con la política y empiezan con una agenda que tiene que ver con la preservación del poder, con la negociación de la política por la política en sí mismo. Pero ese es otro problema, ¿no?

-Usted no las rechaza completamente, pero es muy crítico de las retenciones que implementa Argentina. De hecho, dice en el libro que es como ponerle el pie en la cabeza a una persona y pide imaginar cómo sería hoy Argentina, sobre todo la del interior, si no se hubieran cobrado retenciones o se hubiesen cobrado como en los 90 de 2,5% o 3% ¿Qué país nos perdimos por culpa de las retenciones?

-Nos perdimos de muchas cosas. Hay un artículo que yo escribí en el 2010 que se llamaba Carlos Casares en el 2020, que fue inspirado en un viaje que yo hice a Israel. Escribí como imaginé iba a ser Carlos Casares en el 2020, y hablaba que iba a haber un tren de alta velocidad que nos iba a conectar que nos iba a conectar con Buenos Aires en uno hora y no en cuatro y entonces la gente iba a poder vivir en Casares y trabajar en Buenos Aires, o viceversa, y toda una serie de desarrollos económicos e industriales en el interior y demás. Hay un economista que habla del agro que se llama Iván Ordóñez, que dice que en los últimos 30 años nos perdimos de hacer una Córdoba, cuatro Mar del Plata, diez Tandil, en fin, un interior desarrollado, con calidad de vida, con alternativas para que la gente se vaya a vivir allí, de tener una vida mejor, de hacer un país competitivo, de calidad, integrado, sin pobreza, con una inmensa clase media, en fin, todo eso tiene nombre y apellido, son las retenciones y otras cosas más.

El rol del Estado

-A las retenciones le suma usted le suma le suma la crítica o el cuestionamiento a la baja calidad de gestión del Estado.

-Que agrava aún más la situación porque la mala calidad en la gestión del Estado que la educación pública sea un desastre, la seguridad y la salud pública también. Fuimos perdiendo Estado aún en periodos donde los políticos decían que estaban a favor del Estado que lo defendían mientras lo iban destruyendo y eso por mala gestión más allá de la corrupción que es un tema más de la justicia, pero la falta de calidad de gestión es terrible.

-Usted piensa que el campo no es solo un generador permanente de divisas, sino que es el motor del crecimiento, la inclusión, el desarrollo territorial, el federalismo: No piensan lo mismo quienes tienen la lapicera, además de tratarlo como un sector compartimentado del resto de las actividades económicas.

-Hoy hay que ver las cosas más integradas, como ecosistema. Yo lo desarrollo mucho en el libro a ese tema. Hoy un camionero es campo porque transporta bienes del campo. Un médico en un pueblo del interior es campo porque atiende y le da servicios a gente que está vinculada con la actividad del campo. Cuando fue la 125 en las rutas no había solo productores, había gente de todo tipo porque entendía que el psicólogo y el peluquero del pueblo también son el campo, que además tiene algunos valores en la vida en el interior como el tema de la familia, del esfuerzo, del trabajo. Es un error ver al campo como algo al que hay que sacarle guita. Al campo hay que verlo como un lugar que inspire al resto de la sociedad a adquirir esos valores.

-Volviendo al tema de Toyota, que Argentina sea la principal productora de pick up de Sudamérica está vinculado con el campo.

-Le cuento la anécdota. El presidente de Toyota me dijo que no hubiesen hecho la fábrica en Zárate si el campo argentino no hubiese existido. Con lo cual Toyota es un hijo del campo.

-Y también lo son las empresas vinculadas con la economía del conocimiento, de las que hay muchas en Santa Fe.

-Además tiene un ecosistema de industrias metalmecánicas vinculadas con el campo que fabrican sembradora pulverizador, aviones, en fin, eso es campo.

-Que además son un ejemplo de reconversión porque hace 40 años hacían arados que hoy no se fabrican más por la siembra directa.

– Las cosas van cambiando y hay que transformarse. Hay una persona, y lo cito en el libro, que dice que para conservar el empleo hay que aprender a cambiar de trabajo. Porque el trabajo del futuro no va a ser igual que el de ahora.

-Hace unos años lo escuché en un coloquio en donde no hablaba del campo sino de los avances tecnológicos. Todavía la inteligencia artificial no estaba en nuestro radar, pero hablaba de cómo el mundo, en un tiempo muy, muy breve, iba a transformarse. Puso el ejemplo de un barco al con facilidad van a subir los que puedan adaptarse, los que tengan el conocimiento y las barcazas o los botes salvavidas con millones y millones de personas que no van a poder ascender a ese barco grande. El peligro de ese barco y de todos los que van arriba de que la fuerza de quienes quieren subir lo hundan.

-Eso por un lado, pero también es cierto que nadie puede salvarse solo. El trabajo de los que van arriba del barco es tratar de que todos o la mayoría suban. Por un lado está esa fuerza, esa potencia innovadora de transformación, y por otro lado la potencia y la fuerza de la inclusión. Hay que trabajar en eso también.

Molecular farming

-Además de los Grobo han fundado un montón de empresas vinculadas con tecnología, con agroquímicos, con semillas, compraron un molino harinero, han hecho empresas con el INVAP. Están permanentemente tratando de innovar. En esa tarea que llevan adelante, me llamó la atención un concepto que se lo pregunto y quiero que me lo explique, que está en el libro, que es en el negocio molecular farming, que es el negocio del futuro.
-Es un concepto que estuvo bastante tiempo desarrollándose en Bióceres, que es ver a las plantas como fábricas de moléculas, de enzimas, de bastantes cosas. Por ejemplo, cuando uno cosecha el cártamo está cosechando quimocina, que es una enzima, y el valor de lo que produce una hectárea es de U$S 200.000 mientras que una de soja produce U$S 2.000. Eso es algo absolutamente viable de hacer y que todavía tenemos pendientes.

-Hace años que no está más en la dirección de Los Grobo y ahora también se dedica a la música ¿Qué tiene la música que no tengan los negocios?

Yo siempre estudié música y ahora tengo el tiempo y las ganas de dedicarme más. Es el desarrollo de otro hemisferio cerebral, ni más ni menos, que está vinculado con la comunicación empática, con la creatividad, con la curiosidad, con la emoción. Es una experiencia linda para tener en la vida.

-Dice que su gran frustración es no haber convertido a Los Grobo en una gran multinacional ¿Por qué no fue en su caso y por qué Argentina no tiene multinacionales importantes en el sector agroalimentario?

Te lo resumo en una frase: el código postal. Argentina ha tenido tantas crisis, idas y vueltas y demás, que no ha logrado que las empresas locales o locales asociadas con empresas multinacionales logren instalarse en el mundo de esa manera. Nosotros tuvimos dos o tres oportunidades y no lo pudimos hacer. Eso no quiere decir que Los Grobo no puedan hacerlo en el futuro. Ahora están con una crisis financiera, pero puede ser que en el futuro se logre restablecer eso.

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